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21 de abril de 2025

Murió el papa Francisco: adiós al líder latinoamericano que cambió el rostro de la Iglesia Católica

Tenía 88 años y fue el primer pontífice nacido en América del Sur. Encabezó una reforma profunda del catolicismo desde una mirada humanista y comprometida con los pobres. Crítico del poder económico global y defensor de la “cultura del encuentro”, Francisco se transformó en un referente moral del siglo XXI.

El papa Francisco, nacido Jorge Mario Bergoglio, falleció a los 88 años dejando una huella imborrable en la historia de la Iglesia Católica y del mundo contemporáneo. El primer pontífice latinoamericano, y el primero en adoptar el nombre de Francisco, asumió el liderazgo espiritual en un momento de crisis profunda para la institución eclesiástica y lo transformó con gestos sencillos, decisiones valientes y una firme voluntad reformista.

El hombre que en 2013 sorprendió al mundo al presentarse como “el Papa que vino del fin del mundo” se despidió tras una década marcada por una intensa actividad política, pastoral y teológica. Desde su elección, rompió moldes: eligió vivir en la residencia Santa Marta en lugar del tradicional palacio apostólico, rechazó los símbolos del poder pontificio como el calzado rojo y puso a los descartados del mundo —migrantes, pobres, víctimas de abusos, pueblos originarios— en el centro de su pontificado.

La revolución de un papa sencillo

Nacido en el barrio de Flores, Buenos Aires, el 17 de diciembre de 1936, Francisco nunca abandonó su identidad porteña ni su estilo austero. Hincha de San Lorenzo, amante del tango y la literatura, evitó la ostentación incluso siendo ya arzobispo y cardenal. Viajaba en subte, caminaba por la ciudad y disfrutaba de hablar con la gente. Esa cercanía se mantuvo intacta cuando llegó al Vaticano.

La “cultura del encuentro”, como él la definió, fue la piedra angular de su papado. Reunió a líderes religiosos de todos los credos, visitó zonas de guerra, dialogó con musulmanes, judíos, ateos, indígenas y movimientos sociales. Francisco no buscaba imponer, sino tender puentes. “Quien levanta muros queda atrapado en ellos”, escribió en su autobiografía Esperanza, publicada poco antes de su muerte.

Una voz contra la exclusión y la destrucción del planeta

Francisco fue una figura incómoda para el poder. Denunció el sistema económico global como depredador y excluyente, criticó el consumismo, la especulación financiera y la indiferencia hacia los más vulnerables. En su encíclica Laudato Si’ (2015), alertó sobre la emergencia climática y propuso una ecología integral que combine justicia social y cuidado del ambiente. En Fratelli Tutti (2020), su manifiesto sobre la fraternidad humana, clamó contra el racismo, la xenofobia y las guerras.

En su histórico discurso en Bolivia ante movimientos populares, sintetizó su pensamiento con las “tres T”: tierra, techo y trabajo. Allí puso en palabras lo que durante años construyó con sus gestos: un papado alineado con los últimos, los invisibles, los silenciados.

La Iglesia que soñó: abierta, participativa y reformada

Dentro de la Iglesia Católica, impulsó cambios que generaron tanto adhesiones fervorosas como resistencias tenaces. Reformó la curia, promovió una mayor participación de laicos y mujeres, abrió el debate sobre temas antes tabú y enfrentó los escándalos de abuso con medidas que removieron estructuras de poder eclesiástico.

Francisco revalorizó la figura del “pueblo de Dios”, dándole voz en los sínodos regionales y globales. Su idea de una “Iglesia en salida”, inclusiva y empática con las periferias, fue vista como un retorno a los principios del Concilio Vaticano II, muchas veces relegados en décadas anteriores.

Una herencia latinoamericana para el mundo

Su paso por la Conferencia de Aparecida en 2007 marcó un punto de inflexión: allí abrazó su identidad latinoamericana y profundizó su compromiso con los pueblos del sur global. Aunque en sus primeros años mantuvo cierta distancia con la teología de la liberación, ya en Roma se acercó a figuras como Leonardo Boff y Gustavo Gutiérrez, tendiendo puentes entre tradición y renovación.

A pesar de las presiones internas y externas, Francisco mantuvo su línea con firmeza. En Argentina, donde había sido respetado como cardenal, su papado dividió aguas: los sectores conservadores y económicos pronto comenzaron a verlo con recelo, y no escondieron su descontento.

El legado de un pontífice que interpeló al siglo XXI

Francisco fue, para muchos, mucho más que un papa: fue un líder global en tiempos de incertidumbre, una brújula ética frente a un mundo fragmentado. Su voz, a la vez suave y potente, se alzó por la paz en medio de los conflictos, por la dignidad de los pueblos, por la justicia en un sistema desigual.

Se va un papa que caminó con humildad, habló con claridad y vivió con coherencia. Su legado no se mide sólo por sus reformas internas ni por sus documentos, sino por el modo en que encarnó un modo distinto de ser líder. Uno más humano, más cercano, más comprometido.

Y aunque ya no está, el eco de sus palabras seguirá resonando: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir a la calle que una Iglesia enferma por encerrarse”.

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