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23 de agosto de 2025

“Homo Argentum”: la película de Francella que fue celebrada como privada pero recibió subsidios estatales

El film dirigido por Cohn y Duprat contó con apoyo económico del Gobierno de la Ciudad a través del programa BA Producción Internacional, gestionado por Roberto García Moritán. La revelación contradice el relato oficial que la mostraba como un ejemplo de cine independiente.

La película Homo Argentum, protagonizada por Guillermo Francella, vuelve a estar en el centro de la discusión pública, esta vez no por su contenido artístico sino por su financiamiento. Aunque en los últimos días fue exhibida por el presidente Javier Milei como símbolo del cine “libre de subsidios”, la propia página oficial del Gobierno porteño confirma que recibió asistencia económica a través del programa BA Producción Internacional.

Este esquema, que funciona como un incentivo a la industria audiovisual local, otorga devoluciones parciales de gastos a productoras nacionales que trabajen en coproducciones con el exterior o presten servicios de rodaje en la Ciudad. En 2024, la iniciativa fue presentada por el jefe de Gobierno Jorge Macri junto al funcionario a cargo, Roberto García Moritán, y la ministra de Cultura Gabriela Ricardes. Allí destacaron que Buenos Aires concentra gran parte de la producción fílmica del país y busca consolidarse como polo regional.

La confirmación de que Homo Argentum formó parte de esa nómina contradice directamente el discurso oficialista, que la había mostrado como ejemplo de una creación gestada solo con capital privado. Incluso el propio Milei la elogió días atrás en redes sociales como “una obra de arte” y un espejo de la “realidad incómoda” de ciertos sectores progresistas.

El debate cultural no quedó únicamente en el plano económico. Numerosos críticos y espectadores señalaron que la película, compuesta por 16 relatos breves dirigidos por Mariano Cohn y Gastón Duprat, refleja una mirada restringida de la identidad nacional, centrada en estereotipos porteños y dirigida a un público urbano de clase media-alta. Esa interpretación choca con la lectura presidencial, que la defendió como una producción disruptiva frente al cine tradicional.

De esta manera, la película que fue celebrada como emblema del esfuerzo privado terminó exhibiendo un costado menos publicitado: el aporte del Estado porteño a través de un programa oficial de fomento cultural. Un detalle que, lejos de ser menor, reabre el debate sobre qué significa realmente hacer cine independiente en la Argentina.

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