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NACIONALES

26 de mayo de 2025

“Nuestro país también sangra”: el Arzobispo confrontó a Milei con un duro reclamo por los jubilados y la exclusión social

En el Tedeum del 25 de mayo, Jorge García Cuerva expuso las heridas abiertas del país ante un presidente que escuchaba en silencio. Jubilaciones postergadas, represión, marginalidad y discursos de odio, en el centro de una homilía que interpela al poder.

El Tedeum por el 25 de mayo, celebrado en la Catedral Metropolitana, se transformó en un fuerte llamado de atención al Gobierno nacional. En presencia del presidente Javier Milei, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, pronunció un mensaje sin eufemismos: “¿Hasta cuándo deberán reclamar por jubilaciones dignas?”, lanzó, en referencia directa al reciente bloqueo oficialista a la suba de haberes en el Congreso.

El discurso, que resonó con fuerza por su tono pastoral pero frontal, incluyó críticas a la exclusión social, la represión estatal y las campañas de odio promovidas en redes por sectores afines al oficialismo. “Nuestro país también sangra”, advirtió García Cuerva, poniendo en palabras un malestar extendido que no solo afecta a los adultos mayores, sino también a jóvenes víctimas del narcotráfico, personas en situación de calle y familias atravesadas por la desesperanza.

El mensaje tomó aún más relevancia al contextualizarse con los hechos recientes: días atrás, el oficialismo logró frenar en el Congreso un proyecto que proponía una actualización para los haberes jubilatorios, gracias a la ausencia de legisladores alineados con el PRO, la UCR y varios gobernadores. Mientras tanto, en las calles, la represión a manifestantes –entre ellos el padre Paco Olveira– dejó imágenes difíciles de ignorar. “Los jubilados merecen una vida digna con acceso a los remedios y a la alimentación”, recordó el arzobispo, en una frase que conmovió a la audiencia presente.

Sin mencionar directamente al mandatario, pero con él sentado a pocos metros, García Cuerva también repudió la violencia simbólica en redes: “Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación, el pan viejo de la indiferencia… el pan agrietado por el odio y la descalificación”, dijo, y advirtió sobre la pérdida de valores esenciales como la fraternidad y la esperanza.

El líder religioso no esquivó ninguna problemática. Mencionó a los adolescentes atrapados por el narcotráfico, a las personas con discapacidad y a las madres que no encuentran respuestas frente a sus hijos consumidos por las adicciones. También aludió al bajo nivel de participación en las elecciones del pasado domingo en CABA: “Años de promesas incumplidas nos hicieron perder el entusiasmo de involucrarnos, hasta de cumplir con el deber ciudadano de ir a votar”.

En medio de un clima social convulsionado, la palabra del arzobispo resonó como una interpelación moral que no se limitó al poder político. Apuntó a una Argentina desgastada por la desigualdad y la violencia, pero también dejó abierta una puerta a la reflexión y al compromiso colectivo. “Si se mueren la fraternidad, la tolerancia y el respeto, se muere un poco el futuro”, sentenció.

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