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SOCIEDAD

20 de junio de 2023

Invierno en la Antártida: ¿Cómo es vivir en una noche “eterna”?

Durante esta jornada, las familias que llegaron en abril al continente blanco tendrán la noche más larga de una temporada con temperaturas promedio de -20 grados y vientos que superan los 110 kilómetros por hora, transmitieron el entusiasmo de estar viviendo una experiencia única y reafirmando la soberanía argentina en la Antártida.

Las siete familias que llegaron en abril para sumarse a la dotación de esta campaña dicen que ya se acostumbraron a las noches largas.
Noches de 19 horas, temperaturas promedio de -20 grados, vientos que superan los 110 kilómetros por hora y nieve permanente componen el invierno especial que experimentan las familias que forman parte este año de la dotación de la base Esperanza, en la Antártida Argentina, y que aseguran estar viviendo una experiencia inolvidable.

Este miércoles, en el comienzo formal del invierno, tendrán la noche más larga - amanecerá a las 10.29 y anochecerá a las 15.09-, pero ya están acostumbrados a esa dinámica que hace dos meses les impone la ubicación geográfica de la base a 63 grados de latitud sur, en el norte de la península antártica.
Las condiciones extremas del continente antártico requieren una preparación especial para evitar situaciones de depresión, soledad y congoja que puede generar sobre todo la falta de luz solar y, para ello, el Comando Conjunto Antártico (Cocoantar) cuenta con un equipo de 14 psicólogos que interviene en la previa y realiza un seguimiento permanente durante la estadía de las dotaciones, a partir de un convenio con el Ministerio de Salud.

En esta etapa del año, en la Base Conjunta Esperanza hay al menos unas cinco horas de luz, pero en la base Belgrano 2, ubicada 1.500 km más al sur, se vive en noche cerrada durante cuatro meses consecutivos. La crudeza de la denominada “noche polar” regala, sin embargo, el espectáculo de las auroras polares en verano.

En la base Belgrano 2, ubicada 1.500 km más al sur que Esperanza, se vive en noche cerrada durante cuatro meses consecutivos.


Debido a que las condiciones de habitabilidad allí son similares a las que viven los astronautas en el espacio (falta de luz y convivencia en lugares estrechos), científicos de la Agencia Espacial Europea –a través de un convenio con Italia- hicieron en décadas anteriores estudios sobre la dotación asentada en esa base. También en el pasado se usaron camas solares para atenuar los efectos de la ausencia de luz solar, pero hoy la falta de vitamina D se reemplaza por un complejo vitamínico.

“La llegada del invierno es un motivo de alegría porque desde el punto de vista psicológico la gente piensa que llegamos a la mitad del camino”, destaca el jefe del Cocoantar, general de brigada Edgar Calandin. El 21 de junio, además, es el Día de la Confraternidad y en la isla 25 de mayo donde está la Base Carlini se invita a integrantes de bases de otros países para celebrar entre todos la “aparición” del sol, el comienzo del fin de la noche polar.
Todas coinciden en que las niñas, niños y adolescentes se adaptaron bastante bien.

En la Base Esperanza, las siete familias que llegaron en abril para sumarse a la dotación de esta campaña –en total 61 personas- dicen que ya se acostumbraron a las noches largas y que no sintieron un impacto negativo. Cuentan que el trabajo y el estudio (en niños, niñas y adolescentes) ocupan gran parte de sus días y que en las horas libres, especialmente en los momentos de luminosidad, aprovechan para caminar, tomar mate o cafecito sentados a la intemperie y jugar con la nieve con trineos, culi-patín o haciendo muñecos.

Las mujeres transmiten el entusiasmo de estar viviendo una experiencia única y reafirmando la soberanía argentina en la Antártida. Noemí Coronel, incluso, dice entre risas que no le alcanza el tiempo para hacer todo lo que planea. Ella, Lorena Alvarado y Victoria Menéndes trabajan en LRA 36 Radio Nacional bajo la coordinación de Juan Benavente, donde este año están realizando varias innovaciones. En tanto, Ariadna Cordero y Raquel Novakoski lo hacen en la Escuela Provincial N°38 “Presidente Raúl Ricardo Alfonsín”, equipada con tecnología de avanzada.
“Las horitas de luz las disfrutamos un montón y también las noches calmas son hermosas. Lo que podemos extrañar es a los parientes que tenemos allá, pero la tranquilidad que tenemos acá es muy linda”, dice Ariadna. “Nosotros vivimos una experiencia de nevadas en 2021 en Cosquín, que la disfrutamos un montón, pero fueron tres días. Acá convivimos con la nieve todos los días, es parte de nuestra vida”, agrega Raquel. Ambas reconocen la dificultad de caminar en el hielo –que les ha valido varias caídas y resbalones- y de acostumbrarse a “escuchar” el silencio.

A Lorena el cambio tampoco la afectó, “el tema de que los días sean cortos no lo sentí como un impacto negativo para nada”, especialmente por la rutina de actividades que desarrolla. “Es como que perdés la noción de que estás en la Antártida, claro que cuando abrís la ventana todos los días nos regala un paisaje diferente”, suma Victoria. “Decís ¡qué hermosura dónde estoy! Una cosa es contártelo y otra que lo mires con tus propios ojos”, coincide Noemí.

Es que el lugar “superó las expectativas”: ver las estrellas como nunca antes, tener el privilegio de contemplar un parhelio (un fenómeno óptico poco común donde varias imágenes del Sol se reflejan en simultáneo en las nubes) o recibir la inesperada visita de un esbelto y elegante Pingüino Emperador.

Todas coinciden en que sus hijos e hijas se adaptaron bastante bien. Tienen clases por la mañana y la tarde a cargo de una pareja de docentes fueguinos. Los adolescentes que hacen la secundaria o nivel universitario a distancia también pasan tiempo en el gimnasio de la base y todos deben cumplir varias tareas domésticas que permiten la vida allí y el cuidado del medio ambiente, esencialmente el uso responsable del agua y la clasificación de residuos. Además, diariamente un integrante de la familia va a retirar las comidas que realizan los cocineros de la base, a excepción de los domingos que cada uno cocina en casa.
 

"Lo divertido es que hay mucha nieve", dicen niños y niñas en Base Esperanza

Deslizarse en trineos y culipatin, construir muñecos o lanzarse bolas de nieve marcan el día a día de los niños, niñas y adolescentes que viven este año junto a sus familias en la Base Esperanza de la Antártida Argentina y que también dedican varias horas al estudio y a conocer la fauna autóctona.

"Yo estoy muy feliz de jugar con la nieve, lo único malo es que los iglús que hicimos se hundieron todos. Lo divertido que tiene la Antártida es que hay mucha nieve, se ven pingüinos -pero ahora no se ven porque están invernando- y también hay un montón de hielo como escarcha que es muy divertida para jugar con ella y nieve que si vos la derretís se convierte en agua rica y natural", cuenta Juan Flores Quispe, de 10 años.

También Fiorella Alegre, de la misma edad, dice que lo que le gusta hacer en la Base Esperanza es "jugar con la nieve, jugar con mis amigos, hacer muñecos de nieve. También me gustan los pingüinos y el silencio". Y Nicolás Pereira, de 9, coincide: "Lo que me gusta de la Antártida es la nieve, la escuela, mis amigos y jugar".

Ya todo un especialista en fauna autóctona, Nahuel Gallardo, de 10, explica: "Aquí hay muchos pingüinos y hay un dato muy curioso (porque) antes en 2021 no había pingüinos emperadores pero recién en 2023 hay un pequeño emperador que se ha visto. Todos pensábamos que era adulto pero era un pichoncito (…) ¿Quieren saber los pingüinos de qué color son? Son negros y blancos, son elegantes. Son muy lindos, ellos siempre están en manada y yo pensé que comían pescado pero comen krill".

"También hemos visto lobos marinos, que ustedes piensan que son focas pero no, son lobos marinos… hay focas acá también. Son muy lindos, pero no comen personas. Hay ballenas en la Antártida, hay hielos y otra cosa más… aquí lo más lindo es la nieve", agrega Nahuel.

En la campaña de este año, hay 12 niños y niñas que cursan sus estudios en la Escuela Provincial 38 (uno en jardín de infantes y el resto en nivel primario), cuatro adolescentes que están realizando el nivel secundario a través del SEADEA (Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino) y dos universitarios que hacen sus carreras en forma on line.

Emanuel Pereira, de 17 años, terminará su secundaria en la base. "Para mí, la experiencia es muy linda acá porque venir y graduarte en la Antártida es algo que no muchos pueden hacer y me encanta el frío -soy de los team frío- y me gusta pasar tiempo afuera jugando en la nieve, jugando con los chicos, haciendo muñecos de nieve. Es una experiencia muy linda que se vive una sola vez en la vida", subraya.


Las actividades de la Base Esperanza no se detienen salvo que haya condiciones climáticas demasiado extremas (tuvieron récord de -38 grados en julio del ’75 y de ráfagas de 342 km/h en enero de 2018). Pero a veces ni siquiera por eso ya que si se produce congelamiento en el sistema de calefacción o de drenaje cloacal se entra en un nivel de supervivencia y “toda la base deja lo que está haciendo y se aboca a esto porque se tiene que solucionar inmediatamente sea de noche, de madrugada, domingo o feriado”, subraya el teniente coronel Gustavo Cordero Scandolo, jefe de la base.

La vida individual y familiar que realiza durante la semana el personal militar y civil de la base (que también incluye una pareja de médicos y un sacerdote), se combina con el esperado encuentro conjunto de cada sábado, cuando la pizza y la cerveza son una tradición. Gracias al módulo hidropónico, pueden incluir la variedad con rúcula o a veces hamburguesas con lechuga (una posibilidad reciente ya que hasta hace poco la alimentación en la Antártida no contaba con verduras frescas). La cena se ameniza con música y campeonatos de pool, ping-pong, truco y PlayStation, en las que –obviamente- todos muestran sus destrezas. 

En esta etapa del año, en la Base Conjunta Esperanza hay al menos unas cinco horas de luz.


El miércoles también se realizará un encuentro especial de Bienvenida a la Confraternidad Antártica, para aquellos que están por primera vez en el continente. Con diplomas y varias sorpresas, según anticipa el jefe de la base.

“Vale la pena todo el esfuerzo que hicimos”, sostienen las familias, incluso el largo viaje desde Buenos Aires hasta la Base Esperanza y el estrés de los preparativos previos. A partir de ahora, las noches largas se irán acortando y con el correr de los meses la luz solar se irá imponiendo hasta ocupar la mayor parte del día. Entonces tendrán que acostumbrar el reloj biológico para dormir bien, pero ese será otro desafío.
 
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